viernes, 8 de julio de 2011

Ni p’atrás ni p’alante …

Los importadores de Venezuela ya sustituyeron a Colombia como origen de sus compras y los colombianos ya se orientaron hacia otros mercados seguros, estables y de alto consumo

Después de haber transcurrido un año de las declaraciones de amor mutuo entre los dos “nuevos mejores amigos”, los mandatarios de Colombia y Venezuela, el comercio entre los países hermanos, no despega y no despegará en la medida en que los colombianos tengan más tiempo para sustituirnos como mercado de destino. No se mueven las exportaciones colombianas a Venezuela y, con suerte, este año alcanzarán unos 1200 millones de dólares, lo que representa una colosal descolgada desde los 6.700 millones que nos vendieron los neogranadinos en el 2008, pero, igualmente, es un volumen menor en un 20% a lo poquísimo que transaron con Venezuela el año pasado cuando alcanzaron 1.500 millones. Las razones son múltiples comenzando por una ausencia de voluntad política y por un desgano empresarial que no se modifica.

Los importadores de Venezuela ya sustituyeron a Colombia como origen de sus compras y los colombianos ya se orientaron hacia otros mercados seguros, estables y de alto consumo. Por el lado nuestro, no hay dólares oficiales para financiar las compras, la deuda con Colombia sigue impagada en cerca de 300 millones de dólares y los equipos técnicos que negocian un acuerdo comercial donde se establecerían las reglas de juego y las normativas de las relanzadas relaciones no consiguen avanzar por estar ambos situados en las antípodas en cuanto a los modelos de desarrollo que propugnan uno y otro gobierno.

Así las cosas, como ya dicen algunos, Colombia pareciera estar más cerca de firmar un TLC con Estados Unidos que de un arreglo comercial con Venezuela y eso a pesar del jurado amor eterno. Y sin duda que las dolencias presidenciales de este lado del Arauca no abonan nada a la recomposición de la relación: Colombia no es mas una prioridad para la Revolución Bolivariana. Los jugosos proventos torcidos que se originan en las compran a Argentina o a Brasil son estimulo suficiente para que nadie quiera ahora comprarle a Colombia para tener que partir de cero, también en ese terreno. Y por su lado, los empresarios neogranadinos ahora miran hacia otras latitudes para hacerse de nuevos socios comerciales, seguros de que llegará el día en que soplarán vientos mejores y de nuevo se abrirán las compuertas del natural y vigoroso comercio que debe existir entre Caracas y Bogotá.

Recordemos que la condición sine qua non que estipuló la parte gubernamental venezolana de la ecuación, cuando comenzaron las tratativas para el restablecimiento del comercio, fue que las empresas privadas colombianas le vendieran sus productos al Estado y a las empresas públicas venezolanas y dejaran a un lado el comercio entre privados. Pues bien, o bien el gobierno revolucionario no ha hecho el intento de comprar o bien los empresarios colombianos no están tan contentos de venderle quien ya los dejó enganchados con una deuda de 1000 millones de dólares que en Colombia, y en la China, cuesta tanto ganarse.

Por el lado de las exportaciones venezolanas también el colapso ha sido de consideración. Nunca nuestras ventas a Colombia han gozado de cifras enorgullecedoras, pero hasta 600 millones de dólares en aluminio, metalmecánica y petroquímica conseguimos, en los buenos tiempos, colocar en suelo neogranadino.

Ahora el cantar es otro, porque también las exportaciones venezolanas están deprimidas y, de casualidad, alcanzarán este año a unos 300 M de $. La realidad es que sí se exporta alguito más de lo que reflejan las cifras oficiales, pero por los caminos verdes, como en el caso de las cabillas sustraídas irregularmente a las empresas estatales.

Así pues, no estamos peor en la relación con Colombia. Simplemente el comercio binacional no se mueve… ni p’alante ni p’atrás

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